jueves, 31 de julio de 2014

Cómo hacer un huerto casero

La agricultura urbana promueve el estilo de vida autosostenible, el cual invita a ponerse en contacto con la naturaleza, a retomar nuestras raíces, tal como se hacía en épocas pasadas. Y es que la agricultura urbana te reconecta con la naturaleza. 


Al cultivar en casa, presenciarás y participarás del proceso de crecimiento del alimento, y podrás ingerirlo en su estado más natural y puro. Cultivar en casa también te permitirá contribuir con tu granito de arena a reducir a gran escala los agroquímicos tóxicos usados en los productos de consumo masivo no orgánicos.
 
Cultivando tu propio huerto

Se recomienda comenzar con tomates, pepino, berenjena, ají, espinaca, zapallo o hierbas aromáticas: menta, albahaca, tomillo y orégano, indispensables para agregar fragancia a tus comidas.
 
Primer paso: selecciona tu ubicación
Escoge un espacio accesible, seguro, resistente (si son maceteros), con buen acceso a la luz solar y una buena ventilación para la siembra de tus semillas. Si tienes patio o jardín, dibuja un pequeño plano de tu huerto, limpia el área, mueve un poco la tierra para que se "airee" y, además de verificar que reciba luz solar, asegúrate de dejar espacio para poder desplazarte en el proceso.

 Si vas a sembrar en potes o maceteros, deben tener hoyos en el fondo para que el agua sobrante pueda drenar; de lo contrario, la planta podría ahogarse. Es mejor usar recipientes de madera o barro porque protegen las raíces del calor o del frío.
 
En cuanto a las herramientas, necesitarás un kit de jardinería: guantes, una pala pequeña, un rastrillo, tijeras de podar, una manguera o regadera.
 
Segundo paso: la siembra
Puedes sembrar directamente en el huerto o en contenedores pequeños (semilleros) para después trasplantarlos al huerto. Si te decides por los contenedores, opta por una caja de huevos o envases de yogur, o cómprate un semillero. Debes tamizar la tierra previamente para eliminar elementos muy gruesos, como ramas, piedras, etc.
 
Una de las dudas más frecuentes que surje es a qué profundidad se deben colocar las semillas.  En este sentido, se recomienda colocarlas a una profundidad del doble de su diámetro. Recuerda colocar el semillero en un lugar protegido de la lluvia y el viento, e incluso de las mascotas, puesto que las semillas son muy frágiles en el proceso de germinación, y cualquier movimiento las puede echar a perder.

Cuando a las nuevas plantas germinadas les hayan salido varias hojas verdaderas (no los cotiledones) y su altura sea superior a la del envase, habrá llegado el momento del trasplante. Al realizarlo, procura que el sustrato esté solo húmedo. Entonces podrás colocar las plantas en su envase definitivo o en el huerto.
 
Tercer paso: los cuidados
El riego adecuado es un factor imprescindible para el crecimiento de toda planta. La cantidad y frecuencia del riego dependerá del tipo de clima y hortaliza. En el verano, puedes regar las semillas más frecuentemente, evitando las horas del mediodía, mientras que en invierno, podrás regarlas más esporádicamente y, de preferencia, en horas de la mañana, el momento en que las plantas absorben el agua para soportar el calor del día. 

Para saber si la planta tiene suficiente agua, verifica que la tierra esté húmeda al tocarla. Si la tierra está muy seca y han pasado demasiados días sin que ésta haya sido regada, la planta sufrirá de estrés hídrico y se debilitará, y las propiedades físicas del sustrato se alterarán; si la riegas con demasiada agua, se perderán los nutrientes por el lavado del sustrato. Por lo tanto, el equilibrio es de suma importancia.
 
Asimismo, la exposición solar es esencial. La luz solar directa es la ideal, pero si esto no es posible, usa superficies reflectantes para desviar la luz solar al huerto. No todas las hortalizas necesitan una plena exposición solar. La espinaca, el perejil o las hierbas, como el tomillo y la menta, prefieren menos luz. Consulta con el vendedor al adquirir semillas o plantones.
 
Además de preocuparte por el riego y la exposición solar, es necesario podar las hortalizas cada cierto tiempo, es decir, quitarles las hojas feas o dañadas (al igual que toda la hierba ajena al cultivo). Esto ayudará en la prevención de insectos no deseados, ya que es ahí donde se hospedan, y evitará que el agua y los minerales se desperdicien en éstas.
 
Finalmente, el abono es muy importante para contrarrestar la alteración producida durante el cultivo. Ésta se debe a que la velocidad en que la planta crece y absorbe los elementos de los que se alimenta es mayor que el ritmo con que estos se descomponen y se encuentran de forma natural en el suelo. Sin embargo, con el abonado, estarás añadiendo materia orgánica y mineral al suelo. Existen dos tipos de abonos en el mercado: el orgánico, ya sea estiércol, composta, mantillo, humus de lombriz, etc., y el abono inorgánico o mineral, usualmente un producto químico sintetizado.
 
Con tantos detalles a considerar, cultivar tu propio huerto puede parecer intimidante al principio. No te desanimes por la supuesta creencia de que tienes que tener buena mano para poder cultivar con éxito. Para lograr resultados y disfrutar plenamente la actividad, debes cultivar la paciencia, el compromiso y la perseverancia.

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